Por Juan Medina Torres.- “¿Estamos preparados para la aventura de este viaje? ¿O nos da miedo lo desconocido, prefiriendo refugiarnos en las excusas habituales: ‘es inútil’ o ‘siempre lo hemos hecho así’?”, preguntó el Papa Francisco en la misa del pasado Domingo 10 de octubre en la Basílica de San Pedro, donde anunció su intención de emprender la mayor consulta pública en la historia de la iglesia. El hecho es sorprendente porque nunca la Iglesia Católica, con casi mil 300 millones de fieles y siendo una de las instituciones más jerarquizadas del mundo, había realizado un intento de esta magnitud y lo hace cuando sufre una de las mayores crisis producida por los escándalos de abuso sexual, falta de vocaciones y otros
“Por una Iglesia sinodal: Comunión, participación y misión”, anunció el Papa, el inicio de un trabajo de dos años con el que busca que los católicos se pronuncien sobre la participación femenina en la toma de decisiones de la Iglesia, una mayor aceptación de los grupos marginados por el catolicismo tradicional y otros temas relacionados con las reformas necesarias para el futuro
Este trabajo, tiene como ejes principales: Escuchar, dialogar y participar, y se realizará en tres etapas: discusión con las comunidades locales, asambleas regionales y el desarrollo del Sínodo de los Obispos, previsto para el 2023 en el Vaticano. Evidentemente que una propuesta como esta tiene adherentes y detractores. Quienes la defienden ven la posibilidad de que los católicos laicos tengan una mayor participación y los detractores consideran que se perderá la doctrina tradicional y la jerarquización de la iglesia.
Filipe Domingues, doctor de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, declaró a la BBC, que la idea es que todos se sientan motivados a participar. Por su parte el teólogo George Weigel, en un artículo publicado en el portal conservador First Things, afirmó que no está claro cómo “dos años de charla católica autorreferencial” abordarían problemas como la disminución de la asistencia a la Iglesia.
Francisco, en un sermón lleno de pasión, llamó, a que en este trabajo que se inicia “evitar respuestas artificiales y superficiales” o “blindarse en certezas”. “Al comenzar este camino, estamos llamados a ser expertos en el arte del encuentro. No en organizar eventos o en hacer una reflexión teórica de los problemas”
El encuentro, dijo “nos cambia, nos sugiere nuevos caminos que no pensábamos recorrer, haciéndonos salir de nuestras rutinas desgastadas. Todo cambia cuando somos capaces de encuentros auténticos con Él y entre nosotros. Sin formalismos, sin falsedades, sin maquillajes”.
Subrayó la importancia de escuchar. “Preguntémonos, con sinceridad en este itinerario sinodal: ¿cómo estamos con la escucha? ¿Cómo va ‘el oído’ de nuestro corazón? ¿Permitimos a las personas que se expresen, que caminen en la fe aun cuando tengan recorridos de vida difíciles, que contribuyan a la vida de la comunidad sin que se les pongan trabas, sin que sean rechazadas o juzgadas?”
Más adelante señaló “El Espíritu nos pide que nos pongamos a la escucha de las preguntas, de los afanes, de las esperanzas de cada Iglesia, de cada pueblo y nación. Y también a la escucha del mundo, de los desafíos y los cambios que nos pone delante”, explicó. “¡No insonoricemos el corazón, no nos blindemos dentro de nuestras certezas. Las certezas tantas veces nos cierran. Escuchémonos!”, pidió el Sumo Pontífice. Palabras que nos hacen pensar en la necesidad de escuchar que tenemos en nuestro país.