Por Samuel Fernández.- Prosigue la guerra en el este de Europa, sin término. Pese a que cunde el desánimo y se aprecia como inevitable, por ahora, sus consecuencias se expanden, multiplican y hacen crecer la inconexión entre sus actores, las asimetrías paralizantes y las incógnitas consecuentes.
Algunos ven una nueva guerra fría que, como tal, involucraría a Estados Unidos y la Unión Europea, con Rusia; agregando a China, aunque no interesada en enfrentarse directamente. Es posible, pero sería diferente, con mayores alcances globales que antes. Por lo tanto, sin perspectivas de contención recíproca, siguiendo las reglas que estaban mutuamente aceptadas. Habiéndose sobrepasado, crean una nueva realidad, cuya proyección no es posible anticipar, causando una crisis sistémica.
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Varias potencias emergentes, procuran prevalecer desafiantes, aprovechando esta situación con objetivos propios, sin comprometerse claramente con las reglas habituales, al tolerar o apoyar las acciones de Rusia en Ucrania, reiniciando los contactos con Putin o sus representantes. Lo hicieron China, India, Arabia Saudita e Indonesia, en la reunión del G20 en Bali. Tanto en el Mundo Árabe, como en África, y en nuestra Latinoamérica, también encontramos a quienes condicionan su respaldo a Estados Unidos, como sucedió en la última IX Cumbre de las Américas en Los Ángeles, California, de escasos resultados, comprometiendo la unidad occidental frente a una guerra ilegítima, y en solidaridad con regímenes dudosamente democráticos, que alientan su permanencia. O bien, en contraste, incrementan su dependencia económica con China, sin reparos.
La pasada guerra fría, principalmente opuso las democracias de libertades personales y económicas, al sistema soviético, imponiéndose por su falta de éxito, sin una acción bélica directa. Valores que hoy, por sí mismos, no atraen como antes. Se han visto adicionados por prioridades ecológicas, revisionistas, de género, o indigenistas, con otras perspectivas, sin que garanticen resolver, si prescinden de los anteriores, las confrontaciones del presente. Sería otro tipo de guerra fría, no superable como fue la anterior por los mismos medios, lo que aumenta la incertidumbre actual y la inestabilidad.
Samuel Fernández Illanes es académico de la Facultad de Derecho de la Universidad Central