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El desafío de regar y forestar el Cerro San Cristóbal

Por Juan Medina Torres.- El cerro San Cristóbal, así como el resto de los cerros que conforman el Parque Metropolitano, carece de agua. Esa carencia no es un tema menor, pues el agua es el elemento vital para su forestación.

Con los primeros fondos que proporcionó el Gobierno en 1918, se iniciaron los trabajos para dotarlos de agua. Con chuzos y palas, decenas de trabajadores construyeron un canal de 12,5 kilómetros de extensión desde el lugar en que el estero Las Hualtatas se une al Río Mapocho en Lo Curro hasta la Pirámide.

El martes 17 de Enero de 1922, se probó el sistema de regadío y se comprobó que funcionaba satisfactoriamente. Así lo relata el diario El Mercurio en su edición del día siguiente informando que: “A las 11 de la mañana partieron en automóviles desde la Plaza de Armas el Intendente de la provincia señor Mackenna, señores Guillermo Subercaseaux, Pedro Bannen, Luis Phillips, Jorge Calvo Mackenna, Julio Prado Amor, Pedro Daza, Humberto Grez, Clemente Díaz León, Manuel Zañartu, Manuel Corvalán, Horacio Manríquez, Galileo Urzúa y otras personas”.

Los datos técnicos de la obra consignaban que el agua después de pasar por una cámara decantadora, entraba al primer sifón que servía para cruzar el portezuelo del Salto. Este sifón de fierro fundido tenía una longitud de dos kilómetros de largo y entregaba el agua a un segundo sifón en Lo Contador. Este segundo sifón tenía una longitud de un kilómetro, al término del cual salían dos acequias a tajo abierto por ambas laderas del cerro.

Los trabajos fueron entregados el 1 de Abril de 1922. Ahora podía pensarse en plantar el bosque con que soñaban los visionarios: el ingeniero Manuel Zañartu Campino había hecho posible el milagro. Al acto de inauguración del sistema de regadío asistió el Presidente Arturo Alessandri Palma.

En 1937, el ingeniero Manuel Zañartu realizó nuevas obras en el sistema de regadío del cerro, las cuales permitieron aumentar la captación de 100 a 400 litros de agua por segundo, volumen que posibilitó desarrollar la superficie forestada que en esos años alcanzaba las 150 hectáreas.

Concluidas las obras de regadío se iniciaron los programas de plantación. Fue en julio de 1921 ocasión en que se plantaron 400 aromos en los faldeos que dan hacia la calle Domínica, siguiendo, probablemente, las instrucciones del proyecto paisajístico de Carlos Thays.

Los daños provocados por la acción del hombre en el cerro (explotación de canteras), junto a su constitución física (escasa capa vegetal y grandes pendientes) constituyen enormes desafíos en la tarea de forestarlo.

Un año después, treinta mil árboles crecían en buenas condiciones en diferentes sectores del cerro y otros miles eran cultivados en el Bosque Santiago, para continuar los programas de arborización.

 

Publicación posible gracias al Fondo de Medios del Ministerio Secretaría General de Gobierno.

Alvaro Medina

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