Por Hugo Cox.- Es necesario realizar algunas observaciones a partir de nuestra historia.
Corría el año 1891 y Chile estaba inmerso en un guerra civil que dejó cuatro mil muertos en una población que no alcanzaba los cuatro millones de habitantes.
Dicha guerra involucró a todo el tejido social, generando consecuencias en lo político, económico, social y cultural.
Esta crisis se produjo a raíz de la emergencia de un nuevo núcleo de poder, una oligarquía que buscaba modernizar el país versus otra elite más conservadora y tradicional acostumbrada a detentar el poder total. Este sector encuentra el apoyo en la Armada, y el Ejército se divide, lo que pone fin al movimiento liberal.
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Como se puede ver, la historia de este país ha sido compleja y durante el siglo XX -hasta el año 1938- se sucede una serie de gobiernos de corta duración que no daban cuenta de los conflictos que ocurrían en el seno de la sociedad. A contar de ese año surgen los gobiernos radicales que le dan estabilidad al país, y esto se rompe el año 1973 con el golpe de estado.
Hace 40 años surge la primera protesta contra la dictadura. Previo a esto, hay una organización política precaria que va construyendo el movimiento social, y ya en 1982 viene el mayor número de protestas que terminaron con muertos y desaparecidos. Los partidos políticos -tanto de izquierda como de centro, como la Democracia Cristiana y los grupos liberales- condujeron dichas protestas.
Todos estos grupos políticos supieron enfrentar sus diferencias y solucionarlas en pos del objetivo mayor. Los partidos condujeron el movimiento social y le dieron el contenido a la protesta. También surgieron condiciones objetivas que permitieron que el movimiento social con conducción política enfrentara la crisis de 1982, como el hecho de que se llegó al 25% de cesantía.
El resultado de este proceso culmina seis años después con la caída de la dictadura, y se percibe que la mayor parte de los partidos hizo una lectura correcta del momento histórico.
Comparando este proceso con lo ocurrido en la revuelta social de 2019, hay una gran distancia: el estallido no tuvo conducción política, no tuvo un horizonte político claro y concreto, y fue cooptado solo por el reclamo y el enojo perpetuo.
Las lecturas con claves del siglo XX no funcionan. La clase obrera ya no existe, y el “obrero” de hoy tiene otra motivaciones. Los profesionales, que eran la clase media y trabajaban en su mayoría para el Estado, hoy trabajan en el sector privado. Existe una alta rotación laboral y con una gran inestabilidad permanente; además, están los hogares de carácter monoparental y nuevos tipos de profesionales cuya articulación es muy distinta a las viejas clases medias.
Todo ese mundo siente que no es reconocido de ninguna parte. Ahí la política mantiene un desfase, y se va de rechazo en rechazo. El resultado de toda esta lectura deficiente de la realidad es que no puede actuar, y las personas saben lo que no quieren.
A lo anterior le agregamos un factor que está en la base de todo: el miedo, que opera en todo el tejido social y sobre todo en los sectores que son más vulnerables y están más expuesto a la delincuencia, al tráfico de drogas, etc. Todo esto provoca que el miedo no permita la gobernabilidad.
El factor del miedo
El factor e impacto del miedo en sociedades de desarrollo medio como la nuestra puede ser significativo. En muchas sociedades en desarrollo, la inseguridad y la violencia son problemas persistentes que afectan a la vida cotidiana de los ciudadanos. Estos problemas pueden generar un clima de miedo y desconfianza en las instituciones gubernamentales y en la capacidad del Estado para proteger a sus ciudadanos.
El miedo también puede tener efectos económicos en las sociedades de desarrollo medio. Los inversores y las empresas pueden ser reacios a invertir en países donde hay altos niveles de inseguridad y violencia, lo que puede restringir el crecimiento económico y limitar las oportunidades de empleo y desarrollo.
Además, el miedo puede tener un impacto negativo en la salud mental de los ciudadanos, generando estrés, ansiedad y depresión. Esto puede afectar su capacidad para trabajar, estudiar y llevar una vida plena y satisfactoria.
Es importante destacar que el miedo también puede ser utilizado como herramienta de control político en sociedades de desarrollo medio. Los gobiernos pueden utilizar la amenaza de la violencia y la inseguridad para justificar medidas de seguridad más severas o para a reprimir la oposición política. Esto puede generar una erosión de las libertades civiles y socavar la democracia.
En resumen, el miedo puede tener un impacto significativo en sociedades de desarrollo medio, afectando la seguridad, la economía y la salud mental de los ciudadanos, así como también puede ser utilizado como herramienta de control político.
Es importante que los líderes políticos trabajen para abordar las causas subyacentes de la inseguridad y la violencia y promover la confianza en las instituciones gubernamentales. A lo anterior agregamos la deficiente lectura de la realidad societal y además sin tomar en cuenta las enseñanzas de la historia, no basta con lecturas de papers y textos si no analizamos en profundidad la realidad histórica y su evolución.