Por José María Vallejo.- Fernanda Bachelet viene a coronar un grosero proceso de amiguismo en la administración pública chilena. Amiguismo, no nepotismo. En el nepotismo uno puede contratar a un pariente que tiene las cualidades y competencias para un determinado cargo.
Pero el amiguismo es más nefasto, aunque vaya acompañado de nepotismo. Se trata del clientelismo de las redes cercanas (“amigo, hazme un favor…. Tengo una hija que busca pega…”) que no responde casi en ningún caso a competencias o méritos.
Ya antes se ha visto, y no solo en el gobierno de Piñera. Seamos justos, los gobiernos de la Concertación y la Nueva Mayoría han estado plagados de casos parecidos. Y en los municipios y reparticiones públicas de todas las tendencias se ven situaciones escandalosas (como un alcalde comunista que puso a su hermano como Dideco). El amiguismo no tiene militancia ni color político. Cada vez que un funcionario tiene el poder para designar, parece que no tiene empacho en pagar amistades o favores instalando a quienes no tienen las competencias.
No seamos injustos: en la empresa privada pasa lo mismo, pero suele ocurrir que los privados cuidan más su dinero y, aunque se trate de un pariente, al menos lo enviar a sacar un postgrado en el extranjero antes.
Lo escandaloso del caso de Fernanda Bachelet es la desfachatez con que se la establece en un cargo sin cumplir con las condiciones. No solo no había pasado ni de lejos por la carrera diplomática, sino que además no tenía la experiencia laboral suficiente y menos los contactos comerciales que hubiera debido tener para un cargo que tiene un sueldo mayor al del propio Presidente de la República o el del gobernador del Estado de Nueva York.
El ministro de Hacienda -a poco de que Fernanda prefirió acertadamente dimitir- apareció tratando de justificar lo injustificable, afirmando que la joven había ganado un concurso. Una de las respuestas que me pareció más emblemática fue la del diputado Alejandro Bernales que señaló: “Ni en Narnia alguien podría creer que la renunciada jefa de Oficina Comercial en Nueva York, Fernanda Bachelet, ganó concurso con menos de 2 años de experiencia laboral y sin postgrados”. Si, señor ministro, ni en Narnia. ¿Podríamos tener los chilenos acceso a la tabla de evaluación de ese concurso? ¿Quiénes eran los demás postulantes? ¿Fue una postulación abierta?
El caso escandaliza más (no nos olvidemos de los anteriores) por la desfachatez de las explicaciones y porque es la gota que rebalsó el vaso. Definitivamente, este tipo de práctica debe terminar.