“En lugar de ver la sensibilidad como una debilidad, deberíamos celebrarla como una fuerza que enriquece nuestras vidas y nos posibilita conectar más profundamente con nosotros mismos y con los demás”, afirma el doctor Pedro Salinas.

Por Pedro Salinas Quintana.- En su influyente obra «El don de la sensibilidad», la psicóloga Elaine Aron arroja luz sobre un rasgo de personalidad que ha sido, durante mucho tiempo, mal comprendido y subestimado: la alta sensibilidad.

Contrario a la percepción común, Aron propone que la sensibilidad extrema no es una debilidad, sino un don único que poseen algunas personas. Este don se manifiesta en una mayor capacidad para percibir sutilezas emocionales y sensoriales, así como una profundidad de procesamiento cognitivo.

Ver también:
Educar las emociones en la escuela: Un aprendizaje fundamental
Controlar emociones para controlar decisiones

El título del libro alude a cómo Aron reconoce en la sensibilidad una cualidad especial, una perspectiva desde la cual experimentar el mundo de manera más rica y significativa.

Para ella, la sensibilidad no es simplemente un obstáculo a superar, sino una fuente de fortaleza y creatividad.

Por otra parte, la alta sensibilidad también puede acarrear desafíos significativos. Las personas altamente sensibles pueden ser más propensas al estrés y la sobreestimulación, lo que puede dificultar su adaptación a entornos ruidosos o caóticos. Además, pueden ser más susceptibles a emociones intensas, lo que puede llevar a estados de ansiedad o depresión si no se manejan adecuadamente.

Culturalmente, la sensibilidad rara vez ha sido valorada positivamente en una sociedad que tiende a favorecer la competencia y el éxito a cualquier costo. En este contexto, las personas altamente sensibles pueden ser percibidas como débiles o excesivamente emocionales, lo que les lleva a sentirse marginadas o incomprendidas.

Sin embargo, la sociedad tiene mucho que aprender de las personas altamente sensibles. Su alta empatía les permite conectarse profundamente con los demás y comprender mejor sus necesidades emocionales. Su marcada creatividad les lleva a pensar de manera innovadora y a encontrar soluciones originales a los problemas. Además, su afinidad con el arte y lo estético añade belleza y profundidad al mundo que habitamos.

En definitiva, reconocer y valorar la sensibilidad como un don podría ser crucial para construir una sociedad más compasiva, creativa y empática en un contexto mundial actual convulso y violento. En lugar de ver la sensibilidad como una debilidad, deberíamos celebrarla como una fuerza que enriquece nuestras vidas y nos posibilita conectar más profundamente con nosotros mismos y con los demás.

Pedro Salinas Quintana es médico y académico de la Facultad de Medicina de la U.Central

Alvaro Medina

Entradas recientes

La democracia en tensión

Las democracias de Chile y América Latina enfrentan hoy una encrucijada. Entre populismos, polarización y…

3 días hace

Modernizar el Estado: ni mínimo ni Leviatán

Modernizar el Estado no es hacerlo desaparecer ni convertirlo en una réplica de la NASA…

3 días hace

Promesas urbanas en periodos electorales

En cada campaña presidencial surgen promesas urbanas, pero pocas se sostienen como políticas de Estado.…

3 días hace

Después de la primaria

La primaria oficialista dejó un resultado claro, pero también una postal preocupante: baja participación, fisuras…

3 días hace

Analizando el vértigo de la venganza: Irán, Israel y el mundo también

Detrás de los titulares sobre interceptores y drones, la verdadera tragedia de esta venganza se…

6 días hace

Progresismo: ¿Un paso adelante, dos atrás?

El columnista Pedro Durán analiza la evolución de los proyecto del progresismo desde la llegada…

6 días hace